La historia del pueblo de Israel conforma uno de los eslabones más importantes y más grandes en la metanarrativa de la redención. Su desarrollo contiene abundantes relatos que despliegan para el lector información valiosa sobre la manera en que Dios cumplió sus propósitos a pesar de la infidelidad de su pueblo quien siempre se mostró rebelde y desobediente aun cuando fueron receptores de la gracia constante de Dios. Probablemente ningún libro demuestra esto de manera más contundente que el cuarto libro del Pentateuco, el libro de Números.
NÚMEROS, EL TIEMPO MÁS LARGO
Uno de los asuntos que le confiere mayor peso a lo que acabamos de decir es el que se descubre al comparar el tiempo en que ocurrieron estos acontecimientos en Números con relación a los del Éxodo y los del libro de Levítico. Desde el Éxodo hasta el libro de Levítico tenemos aproximadamente un año; luego el libro de Levítico se desarrolla en solamente un mes. Pero en el caso del libro de Números, este abarca un período de cuarenta años, lo que lo hace atrayente y sumamente instructivo para entender el asunto del que se hace mención más arriba y que tiene que ver con la manera que se dio la relación entre un pueblo desobediente y un Dios santo y lleno de gracia. En este ensayo, proponemos aprender algo de estas enseñanzas pertinentes.
La mejor forma de ver el contraste entre la fidelidad y gracia de Dios para con Israel y la constante rebeldía de la nación es enfocándonos primeramente en Dios y su obrar.
UN RELATO TEOCÉNTRICO
No parece haber discusión alguna sobre el propósito del libro de Números que, a pesar de poder considerarlo como un libro histórico por su duración –una generación completa—es principalmente una narración de la fidelidad y paciencia de Dios que se despliega a través de todo el libro. Por esta misma razón la mejor forma de ver el contraste entre la fidelidad y gracia de Dios para con Israel y la constante rebeldía de la nación es enfocándonos primeramente en Dios y su obrar, y luego en Israel y su respuesta.
Una melodía de gracia y bondad se puede escuchar a lo largo de los primeros diez capítulos del libro; si notamos que, una nación de aproximadamente dos millones de personas, recibió instrucción de parte de Dios sobre cómo organizarse para una marcha que no debía durar más de un mes para llegar a la tierra prometida. Dios tomó la iniciativa y eso lo observamos desde el primer versículo del libro donde se nos dice que él se comunicó y habló a Moisés en el desierto, pero desde el tabernáculo de reunión; y que su primera instrucción fue la realización de un censo para ordenar al pueblo (Nm. 1:1-2). Luego, todo lo que tiene que ver con el avance, el orden de los levitas, la limpieza del campamento, el cuidado en la convivencia y los votos personales (Nm. 2-6) es sellado con la bendición sacerdotal sobre la nación (Nm. 6:22-26) que rubrica la gracia de Dios sobre un Israel en peregrinaje.
Hay, en los primeros diez capítulos una expresión continua de la gracia de Dios y que lo coloca, como en toda la Biblia, como el actor principal.
Por si esto no fuera suficiente, el relato exhibe cómo Dios recibe y acepta la ofrenda del pueblo (Nm. 7) y cómo la celebración de la pascua refleja la imagen de un Dios que ratifica su pacto con las personas que ha redimido de la esclavitud de Egipto. Una descripción detallada de la manera visible en que Dios los guiaba a través del desierto día y noche es presentada en Números 9:15-23; y el lector puede percibir el compromiso y cuidado de Dios con la nación a través de un camino difícil de recorrer como lo era el desierto de Sinaí. De manera que hay, en los primeros diez capítulos una expresión continua de la gracia de Dios y que lo coloca, como en toda la Biblia, como el actor principal.
UNA NACIÓN REBELDE
Pero a partir del capítulo 11 y prácticamente hasta el capítulo 25 entramos en la “zona roja” del libro de Números donde la nación no corresponde al cuidado de gracia y fidelidad de parte de Dios. Esto es lo que hace que brille más la paciencia de Dios, que se haga más notorio su compromiso de cumplir su pacto que juró a Abraham, Isaac y Jacob. “La respuesta de Israel a Moisés reflejaba su obediencia o desobediencia al Señor”1 y esto es lo que se ve de aquí en más. Queja tras queja se reiteran al menos 1 en nueve oportunidades las cuales se registran en los capítulos 11, 12, 14, 15, 16, 20, 21 y 25. Hay un provechoso contraste que hace el autor Paul Benware en su libro “Panorama del Antiguo Testamento”. El, muestra cómo en al menos en estas nueve situaciones hay una manifestación de rebeldía seguida por una reacción de Moisés y una respuesta de Dios.2 Pero, como lo dice el mismo autor, ”Quejarse es un ataque al amor y al carácter de Dios, y es considerado por Dios de manera muy seria”3
Hay un gran y final juicio de Dios que se deriva a partir de la desafiante incredulidad y desobediencia de Israel en el capítulo 14 al negarse a subir a la tierra que les estaba siendo dada en heredad y por gracia en cumplimiento del pacto con los patriarcas. Sin embargo, el hecho de que Dios haya permitido que una segunda generación avance y llegara a las puertas de la tierra prometida habla a grandes luces que nunca abandonará a su pueblo, sino que será fiel a sus promesas.
CONCLUSIÓN
Al llegar al Nuevo Testamento, aprendemos que el libro de Números es el más mencionado por el apóstol Pablo en 1 Corintios 10 al enseñar la necesidad de aprender del ejemplo de la nación para no cometer los mismos errores. El evangelio es el mayor despliegue de la gracia de Dios y sin embargo continúa utilizando los ejemplos del libro de Números para advertirnos de las consecuencias que conllevan el no ser obedientes a lo que Dios nos pide.